Por allá, a finales de los 90’s y primeros años del 2000 veía y escuchaba a mis primos mayores, a mis tíos e incluso a mi papá sufrir con canciones ridículas.
Ridículas para mí en ese entonces, en el que no sabía nada de lo que es estar ridículamente enamorado. Y no solo una, sino varias veces.
Yo no entendía, no captaba ni vislumbraba el por qué de su ridiculez, mas pronto lo fui aprendiendo….
Pronto esas letras ridículas empezaron a cobrar sentido en este corazón que empezaba a abrirse a nuevas emociones.
Atrás quedaban las emociones y el amor solo a mamá, las abues, las tías y demás familiares con los que me crié. Pues, este empedernido corazón aprendió (no sé cómo) a abrirse hacia otras mujeres que no eran las de mi familia.
No entendí, ni quise entender el proceso de mi ridiculez. Empero, ahí me embarqué, a ese camino de la vida en la que te enamoras y se enamoran de ti.
Pero también, en la que muchas veces terminaría cantando aquella canción pop: “de qué me sirve a que me quiera, la persona que yo no quiero que me quiera, si la que quiero ay que me quiera, no me quiere como yo quiero que me quiera” (dicho velozmente).
Y sí, eso sí que es ridículo en el destino; enamorarse de alguien que no lo esté de ti, y que alguien lo haga de ti pero tú no de esa persona.
Ridiculos son aquellos momentos en los que te dicen: “ay que lindo, pero podemos ser solo amigos? Je”, y ridículos también los momentos cuando te toca decir: “jeje oye eres muy linda, pero podemos ser solo amigos? Digo no?”.
Y qué ridículo que uno siempre diga “ya pues, seamos amigos (ah nah)”. Ah, pero herir el ego de una fémina al decirle que no, te deja casi siempre sin su amistad. Y entonces, qué pasó amiguitas, dónde está la igualdad de género? “Ekis de”
En fin, años después comprendí a los ridiculos de cuando yo era niño, a los que cantaban canciones ridículas, a los que hablaban cosas ridículas, y a los que escribían cosas ridículas . Porque pronto sería yo, en más de una ocasión, una de aquellas personas a las cuales ridiculizaba, pues pronto sería también: el ridículo.
Gianco